Se programan estos dos documentales bajo el título común «VIHvir en positivo».
Para presentar el primero ha venido la directora acompañada de un voluntario del LesGai que sabe alemán y que por lo visto es amigo suyo. El protagonismo de este traductor impide que la directora pueda contar demasiado y retrasa media hora el inicio de la película. A cambio nos enteramos de en qué trabaja él, en qué bar de qué plaza de Berlín se reúne con sus amigos, lo que nos recomienda beber en él cuando vayamos, etc.
Total, que por fin podemos ver «Mein positives Leben». Una vez más, el documental se organiza exclusivamente en torno a testimonios directos de los protagonistas, lo que lo hace todo un poco repetitivo, tedioso, denso. Se van hablando diferentes temas relacionados con el VIH en personas mayores de 60 años: cómo eran las cosas en «su época» cuando se enteraron del diagnóstico, cómo son ahora, cómo se maneja la vejez con VIH, las relaciones de amor, el sexo, la visión que la sociedad tiene de ellos, qué dificultades encuentran en su vida diaria, qué han aprendido.
Destacaría a un hombre interesantísimo, de 63 años, un oso en sus buenos tiempos, que comenta las orgías que hacían por aquel entonces, lo bien que lo pasaba, y cómo la ventaja que vio él cuando le dijeron lo que tenía es que se evitaba envejecer («¡y mira!, dice riéndose). Cuenta también su idea de que la pérdida es un aprendizaje: no te endurece, sino que te enseña. Es verdad que sólo te enseña sobre la pérdida, pero como ésta llega siempre en diferentes ámbitos y momentos, es bueno tenerla cerca para conocerla y aprender a manejarla.
La única mujer del documental, una exenfermera drogadicta, habla de la importancia del contacto físico para las personas enfermas: ella descubrió de verdad que estaba enferma cuando la gente dejó de tocarla. Habla también de cómo afecta la enfermedad a una relación de amor (ella cree que no es posible el amor desde el momento en que una persona pasa a depender de la otra) y al sexo, que no sabe si desaparece con la edad o con la enfermedad.
En cuanto al segundo documental, poco puedo decir. Es curioso ver cómo la forma tiene que ver con el fondo, y aquí las cosas se nos cuentan como en un episodio de «Sensación de vivir»: todos son jóvenes, tienen muchos amigos, saben que de VIH ya no te mueres, se asustaron un poco al principio pero ya lo llevan bien. Lo único curioso es que en dos historias diferentes se usa el diagnóstico para salir del armario, y los dos parecen aliviados porque frente a tener VIH, ser homosexual ya no es tan importante para los padres y madres.