··········Aunque los cinco episodios tengan interés, la calidad es muy dispar. El tratamiento del color, con una misma pátina verdosa en toda la película puede ser un poco cansado.
··········Todos son informativos, pero hay un par de ellos que no acaban de funcionar en ese aspecto, el de Colombia de Corcuera, porque no se termina de entender bien en qué consiste ese retorno a una zona, o cuáles son las características administrativas, qué es eso de si pueden o no acercarse a las fincas, qué autorización tienen para el retorno, … No es que sea imprescindible, porque lo que importa es su historia pasada y su voluntad de futuro, pero un poco más de información me habría implicado más.
··········Tampoco me gusta la historia del de Mariano Barroso sobre la enfermedad de la mosca del sueño. Toda la filmación de la conversación entre el empresario de compañía farmacéutica malo (y mayor y feo, claro) y los representantes de MSF buenos (y jóvenes y guapos, claro) me parece un poco patética. Para hablar de farmacéuticas yo creo que basta hablar de beneficios, de cuentas de resultados, de impuestos, de privilegios a la investigación de banalidades, qué se yo, de mil cosas, en vez de esa conversación un tanto tontorrona, pero a la vez confusa. Porque se ha escogido justo una enfermedad en la que sí se está produciendo (¿incluso donando?) la medicación necesaria, y el problema parece ser sólo de presentación y dosis. La otra historia, una mujer afectada, está mejor, pero aún así no es gran cosa.
··········El de León de Aranoa, se confía sobriamente a la fuerza de la historia, los niños night commuters que viajan cada tarde hasta la ciudad para dormir cobijados y no ser secuestrados por una guerrilla para convertirles en soldados. Y, sobre todo, a las narraciones de ellos. Sobrecogedoras, no ya por lo que cuentan que han hecho y por qué, sino sobre todo por su relación con la propia conciencia (admitamos que algo mediatizada porque sean justo chavales que están en un centro de recuperación de niños soldados, por tanto receptores de alguna suerte de terapia) y con el sueño, con el pavor al dormir, a lo que trae la noche y los sueños. Por tanto, nada de gollerías: los chavales hablando, los niños cobijándose con las mantas y los hermanos y amigos, y la ronda nocturna de los mayores que les protegen. Recordaba inevitablemente aquella frase de Somerset Maugham (¿cómo era?) sobre los que apagan la luz tarde, cuando ya todos dormimos sabiendo que Papá está en la salita o A. en la cocina.
··········Me gusta el de Wim Wenders, también dejando a esas mujeres contar a su manera (“discúlpenme, es una historia triste…”) lo que les han hecho, con la sutileza de que lo que ha pasado se narra individualmente; lo que se proyecta hacia el futuro, el apoyo, la protección hacia otras, incluso ciertas formas de comprensión del agresor (“eran buenos chicos, pero en una guerra, cuando no hay castigo hagas lo que hagas…”), se cuenta en grupo. También los fondos, escolares. Y la magnífica idea de la invisibilización de estas mujeres, no sólo haciéndolas desaparecer y dejándolas volver a la luz gracias a su narración, sino también su descorporeización, su conversión en sombras que los hombres atraviesan sin dolor y sin mancharse.
··········Y me agrada mucho el de Isabel Coixet. La cámara siguiendo discreta la vida cotidiana de un día de esa mujer en España, tan lejos de sus hijos en Bolivia, y tan tan lejos de su niña muerta por una enfermedad insidiosa. La limpia narración, en una magnífico castellano, por medio de unas cartas llegadas de La Paz, transmite perfectamente esa fuerza profunda, ese poder malherido que tienen las mujeres, las madres, para seguir sustentando el mundo y la vida de los otros.
··········Puntuación para la bitácora de Pierre Miró: 7.