Etiquetas

, ,

Un refugiado argelino es contratado como profesor en una escuela quebequense en la que una de las profesoras ha muerto ahorcándose en una de las aulas aprovechando el recreo de los niños.

La peli comienza así de una manera brutal, con escena de la profe colgada y niños de 11 años descubriéndola al volver del patio. Pienso en ese momento que no es necesario mostrarnos esto (aunque la imagen es lo más comedida posible, con la profe de lejos y a través de un cristal de la puerta), pero según avanza la peli descubro que es una decisión muy consciente del director, que pretende ponerte desde el principio en los ojos del crío que descubre a la profe y así en su proceso de asimilación del trauma (el suyo propio y el de toda la clase).

Y me parece interesante cómo te van contando por un lado lo que pasa en los niños individualmente (y cómo esto depende de su papel en la clase y de lo que pasa en sus casas), en la clase como grupo, y en la vida del profesor, que como refugiado viene huyendo de una amenaza a su vida que de hecho en parte ya se ha cumplido: toda su familia ha sido asesinada.

A pesar de la dureza del tema la película consigue tener un ritmo casi alegre, desde luego positivo, y creo que eso se consigue con un guión que mide bien el drama y lo cómico sin ser grotesco, y que habla de la insistencia de la vida en continuar a pesar de tantas cosas difícilmente digeribles.

Es interesante el cuestionamiento que hace Lazhar de la actuación de la profesora: mientras todos se indignan por la falta de respeto que supone incluso hablar del tema y con esa aparente frialdad o incomprensión que muestra el profesor, lo que está haciendo él no es criticar a la profesora por su decisión de morir sino por lo innecesario y cruel de hacer tanto daño para conseguirlo.

También es de agradecer la sutileza y la elegancia de algunas escenas, como la cita del profesor con la compañera amante de «lo étnico».

Impresionante el protagonista y también los niños, nada pastelosos ni sobreactuados, muy bonita música, la curiosidad del francés «québécois» y todo ello en un precioso cine (el Teatro Calderón de Valladolid).